Hoy en día vivimos un mundo bastante rápido, en donde esperar un minuto se convierte en toda un día, lo vemos a diario, en el caos vial, en nuestro aquí y ahora.
Nuestra resiliencia va siendo cada día menos, queremos que nadie sufra en las perdidas, queremos que todo sea rápido y perfecto. Pero en realidad que es lo que hoy en día me gustaría vivir, que es lo que hoy en día me gustaría realizar, ¿qué disfruto?, ¿solo lo hago? O solo lo dejo pasar…
El no querer afrontar nuestra realidad también es parte del mal manejo emocional, en donde el pensar en nuestro futuro cercano hace que nuestras emociones se vean dañadas.
Numerosos estudios demuestran que la manera en que las personas conciben su “yo futuro” repercute en un amplio abanico de decisiones y resultados del presente. Pero ninguna investigación hasta la fecha ha analizado cómo se sienten las personas que perciben su futuro de forma similar a su presente al llegar a ese futuro, pero en realidad que pasa cuando todas estas emociones no son controladas, cuando con algún estímulo me quito esas ganas de continuar…
Aquí es en donde el término Procrastinación deriva del verbo en latín procrastināre, postergar hasta mañana. Sin embargo, es más que postergar voluntariamente. La Procrastinación también deriva de la palabra del griego antiguo akrasia, hacer algo en contra de nuestro mejor juicio.
Cuando procrastinamos, únicamente estamos conscientes de que estamos evadiendo la tarea de mí aquí y ahora, si no también de que hacerlo es probablemente una mala decisión.
La Procrastinación no es un defecto del carácter o una maldición misteriosa que ha caído en tu habilidad para administrar el tiempo, sino una manera de enfrentar las emociones desafiantes y estados de ánimo negativos generados por ciertas tareas: aburrimiento, ansiedad, inseguridad, frustración, resentimiento, depresión, ira.
Procrastinación se ha presentado con frecuencia a lo largo de la historia, y se lo consideraba como un algo usual en la conducta humana, y ya tuvo connotaciones negativas en la revolución industrial (Ferrari y Emmons, 1995).
La referencia más antigua relacionada con el significado de la procrastinación se encuentra en un sermón del siglo XVII, del reverendo Walker, encontrado en los microfilms de la biblioteca de la Universidad de Ottawa en Ontario, Canadá.
Este sermón evidenciaba una conexión entre la evitación de las tareas, la voluntad y el pecado, pues planteaba que las personas que postergaban las labores, lo hacían por su propia voluntad y eran pecadoras, por esta misma razón, al no poder alcanzar sus metas de santos o doctos sino solamente la de mayores de edad.
¿Pero gracias a quien internamente debemos estos cambios?
La amígdala es una estructura en forma de almendra en el lóbulo temporal del cerebro que procesa nuestras emociones y controla nuestra motivación, era más grande en aquellos que acostumbran a postergar las tareas.
También observaron que en estas personas, las conexiones entre la amígdala y una parte del cerebro llamada córtex del cíngulo anterior (CCA) eran más pobres y deficientes.
“Las personas con una amígdala más grande pueden sentir más ansiedad por las implicaciones negativas ligadas a realizar una determinada tarea. Suelen dudar y posponer labores con más frecuencia”, asegura Erhan Genç, uno de los autores del estudio, y académico de la Universidad Ruhr de Bochum (Alemania).
Los investigadores sugieren que la gente que procrastina tienen más dificultades para filtrar las emociones y las distracciones que interfieren en la realización de una actividad ya que la comunicación entre su amígdala y su CCA no son tan buenas como en las personas proactivas.
¿Pero como nos podremos ayudar a no procrastinar?
Trabaja con tu programación neurolingúistica.
Anota tus metas a corto, mediano y largo plazo, cada uno de estos en tareas pequeñas para ver resultados más óptimos y en corto tiempo.
Intenta no distraerte
Trata de descansar entre periodos largos de actividades, 5 minutos, para despejarte y volver a retomar las tareas que en ese momento estés realizando.
Escucha música que permita dejarte concentrarte.
En resumen, la procrastinación puede ser cambiada si tú lo decides, si tú aquí y ahora puede ser manejado por tus emociones. Si hay seguridad todo puede ser posible y si no lo estás es buen momento para poder trabajarlo con un terapeuta, con música, con una actividad lúdica, recuerda que tu estabilidad emocional puede ser el principio de una vida plena y segura para ti y tus seres amados.
”Vive para vivir, no vivas por vivir”
Información de
DR: Leopoldo Herrera Gómez
Maestra Ivette Yareli Martínez Ortiz.