El planeta Marte es hoy un desierto helado y muerto. Pero en toda su superficie se conservan antiguos valles de origen claramente fluvial. Hay también indicios de antiguos lagos y quizás hasta océanos.
Basándose en la abundancia de cráteres, cabe hacer una estimación aproximada del tiempo transcurrido desde que Marte dejó de ser cálido y húmedo. La respuesta es 4.000 millones de años. Pero esa es precisamente la época en que surgió la vida en la Tierra.
¿Es posible que hubiera dos planetas cercanos y de ambientes muy semejantes, pero que la vida solo surgiera en uno de ellos?
¿O quizás evolucionó la vida también en Marte, solo para extinguirse cuando el clima cambió de manera misteriosa? ¿O bien siguen existiendo oasis o refugios, quizá bajo la superficie, en los que persiste alguna forma de vida marciana?
Marte nos plantea dos enigmas fundamentales: la posible existencia de vida pasada o presente, y la razón de que un planeta similar a la Tierra haya quedado aprisionado en una glaciación permanente.
Esta última cuestión podría tener un interés práctico para el ser humano, una especie que se dedica afanosamente a explotar su propio entorno con un conocimiento muy pobre de las consecuencias de sus acciones.
Si tuviésemos la inmensa suerte de hallar un simple microbio en Marte, se daría la maravillosa circunstancia de dos planetas próximos que habrían albergado vida en la misma era arcaica. Es verdad que la vida pudo ser transportada de un mundo a otro por el impacto de un meteorito y no haberse originado de manera independiente.
Podríamos comprobarlo examinando la química orgánica y la morfología de las formas de vida que descubramos. Tal vez la vida surgió en uno de los dos planetas, pero evolucionó separadamente en ambos. Nos hallaríamos entonces ante un ejemplo de varios miles de millones de años de evolución independiente, un tesoro biológico inaccesible por cualquier otra vía.
Si tenemos aún más suerte, hallaremos formas de vida realmente independientes. ¿Estará su material genético compuesto de ácidos nucleicos? ¿Poseerán un metabolismo basado en proteínas? ¿Qué código genético emplearán?
Sean cuales fueren las respuestas a estas preguntas, la ciencia biológica entera saldrá ganando, pues en cualquier caso la implicación sería que la vida podría estar mucho más difundida de lo que la mayoría de los científicos creía.
Carl Sagan – Miles de Millones